lunes, enero 10, 2005

Abu Ghraib o el error acerca del hombre

Me comentaba recientemente un amigo que el problema de las ideologías modernas no es que razonen mal, sino que parten de premisas equivocadas. Si alguien empieza diciendo: “teniendo en cuenta que la tierra es plana...”, ya sabemos que, por impecables que sean sus argumentos, llegará a conclusiones disparatadas. Y el principal error de partida de las ideologías ha sido la negación del pecado original, el único dogma cristiano, en opinión del autor británico G.K. Chesterton, perfectamente comprobable.El pensamiento dominante parte de un concepto del hombre como ser infinitamente maleable, al que se puede ‘obligar’ a ser bueno mediante las adecuadas estructuras socioeconómicas. Las consecuencias de este error de principio están a la vista: Auschwitz, el Gulag soviético... Y, ahora, Abu Ghraib.La indignación que han suscitado las torturas y vejaciones aplicadas por los soldados norteamericanos a los prisioneros de la cárcel iraquí de Abu Ghraib está sobradamente justificada; la sorpresa, no tanto.En Abu Ghraib, el público norteamericano se ha dado de bruces con el pecado original. Que sepa reconocerlo o no, ya es otra cosa. Se habla de ausencia de controles y garantías, de fallos de comunicación y de falta de transparencia. Todo eso es, o puede ser, cierto, pero elude la causa última, la capacidad del hombre, del individuo, para el mal.Parte de la sorpresa que ha supuesto para los norteamericanos el escándalo de Abu Ghraib se debe a la división nítida entre buenos y malos con que se ha planteado la invasión de Irak. Pero ni el mundo en general ni esta guerra en particular es una de esas películas de Disney en la que los buenos son irremediablemente buenos y los malos, inevitablemente malos.En definitiva, la doctrina del pecado original es la doctrina de la inalienable libertad del ser humano, y significa que el hombre -cualquier hombre- puede ser lo mejor o lo peor. “Estoy preparado -decía Chesterton- para asistir a la caída de cualquier persona en cualquier momento, especialmente mi propia caída en este momento”.Olvidar esta realidad, pretender que el hombre es la criatura rousseauniana buena por naturaleza que sólo espera la ideología adecuada para ser perfecto, es volver a los peores horrores del pasado siglo. Es volver a Abu Ghraib.