El 'nuncdimittismo' de la prensa laica
La Iglesia Caólica no corre tanto peligro cuando los laicos la atacan como cuando le quieren dar lecciones. Es el caso de los editoriales que El País y El Mundo dedican al cónclave que se inicia mañana, en los que ambos periódicos indican amablemente a los cardenales, en un ejercicio encomiable de altruismo aconfesional, qué tipo de Papa deben elegir. No llegan a dar un nombre, suponemos que por modestia.
De los dos es más significativo, por largo, es el de El Mundo. El guión no tiene desperdicio como ejemplo señero de nuncdimittismo. Ya saben que cuando se hizo público el testamento del Papa, la prensa laica, con honrosas excepciones, tituló unánimemente que Juan Pablo II se había planteado dimitir en 1980, porque en el documento se pregunta cuándo llegaría la hora de repetir con Simeón "nunc dimittis". La expresión, como sabe cualquiera con un pasable conocimiento del Evangelio, significa "ya puedes dejar partir (a tu siervo)", es decir, ya he cumplido y ya puedo morirme en paz. Pero los medios vieron aquel "dimittis" y les faltó tiempo para traducirlo a su manera y llevarlo a portada.
No creo que sea sólo cuestión de ignorancia o precipitación. Es, sencillamente, que los medios, en su inmensa mayoría, sencillamente no pueden conceder ninguna realidad a la dimensión religiosa, sobrenatural, y se ven obligados a reducir la información religiosa a lo que entienden, es decir, a la política.
Y ni siquiera eso lo entienden bien. Veamos, por ejemplo, el editorial del mundo. Primera perla: "El obsoleto absolutismo del Vaticano hace aún más importante si cabe la elección, pues casi todo depende en este caso del factor humano". La realidad es exactamente la contraria. Es en la política, incluso en la política más escrupulosamente democrática, donde todo depende del factor humano. Aquí hemos visto un gobierno socialista privatizar empresas y liberalizar el mercado de trabajo, y el peso del sector público ha aumentado de hecho bajo un gobierno supuestamente liberal. Nadie espera ya que los gobiernos cumplan su programa electoral y, en la práctica, ni siquiera están jurídicamente obligados a hacerlo. El Papa, en cambio, no puede cambiar una coma del depósito de la Revelación, no es más que un mensajero que podrá impulsar con mayor o menor fortuna el mensaje evangélico, pero que en ningún caso puede 'innovar' en doctrina.
Pero seguimos con El Mundo. Nos informa el editorial que la complejidad de los procedimientos del cónclave "lo convierten en un escenario propicio para el maquiavelismo". Para el maquiavelismo o para el consenso, depende de cómo quiera verse; igual que se identifica el silencio con el "oscurantismo", aunque es de prever que si en lugar de silencio hubiera campañas al uso de las elecciones políticas se hablaría de electoralismo vergonzoso, seguro.
En su tercer párrafo, el editorialista empieza lamentando que siempre se diseccionen los cónclaves en base a categorías políticas... Para inmediatamente recurrir a esas mismas categorías: italianos/no italianos; primermundista/tercermundista, etcétera. Supongo que la idea de que algún que otro cardenal pueda estar interesado en elegir a un hombre santo, piadoso o virtuoso no se les ha pasado por la cabeza en ningún momento.
Y llegamos ya a la parte realmente divertida, al meollo del editorial. Empieza lamentando las decisiones del pasado Papa que han, cito, "hecho mella en las filas del catolicismo y recortado su influencia social", que es algo así como lamentar que Spielberg haya tirado a la basura su carrera cinematográfica rodando E.T.
Y en seguida el diario desgrana el sencillo catecismo laicista, visto que la Iglesia, si no se le habla despacito y se le repiten los conceptos, es que no se entera, la pobre: celibato opcional para los sacerdotes, sacerdocio femenino, y, por supuesto, condones hasta en la sacristía. Esto, dicen, acercaría la Iglesia a la realidad del mundo y le daría un rostro más cercano y adecuado a los tiempos.
Se me ocurren muchos comentarios a este tedioso rosario de lugares comunes, pero me limitaré a señalar dos cosas.
La primera es que nada pasa tanto de moda como las modas y que no hay medio más seguro de quedar desfasado que "adaptarse a los tiempos"; precisamente lo más criticable en la historia de la Iglesia se produjo siempre cuando la Iglesia cedió al "espíritu de los tiempos": antisemitismo, inquisición, etcétera.
La segunda es todavía más sencilla: ya existen iglesia cristianas donde los curas se casan, donde hay sacerdotisas y donde los anticonceptivos han dejado de ser un problema moral. Ahí está la Iglesia Anglicana que, como todo el mundo sabe, tiene los templos a rebosar cada domingo...
De los dos es más significativo, por largo, es el de El Mundo. El guión no tiene desperdicio como ejemplo señero de nuncdimittismo. Ya saben que cuando se hizo público el testamento del Papa, la prensa laica, con honrosas excepciones, tituló unánimemente que Juan Pablo II se había planteado dimitir en 1980, porque en el documento se pregunta cuándo llegaría la hora de repetir con Simeón "nunc dimittis". La expresión, como sabe cualquiera con un pasable conocimiento del Evangelio, significa "ya puedes dejar partir (a tu siervo)", es decir, ya he cumplido y ya puedo morirme en paz. Pero los medios vieron aquel "dimittis" y les faltó tiempo para traducirlo a su manera y llevarlo a portada.
No creo que sea sólo cuestión de ignorancia o precipitación. Es, sencillamente, que los medios, en su inmensa mayoría, sencillamente no pueden conceder ninguna realidad a la dimensión religiosa, sobrenatural, y se ven obligados a reducir la información religiosa a lo que entienden, es decir, a la política.
Y ni siquiera eso lo entienden bien. Veamos, por ejemplo, el editorial del mundo. Primera perla: "El obsoleto absolutismo del Vaticano hace aún más importante si cabe la elección, pues casi todo depende en este caso del factor humano". La realidad es exactamente la contraria. Es en la política, incluso en la política más escrupulosamente democrática, donde todo depende del factor humano. Aquí hemos visto un gobierno socialista privatizar empresas y liberalizar el mercado de trabajo, y el peso del sector público ha aumentado de hecho bajo un gobierno supuestamente liberal. Nadie espera ya que los gobiernos cumplan su programa electoral y, en la práctica, ni siquiera están jurídicamente obligados a hacerlo. El Papa, en cambio, no puede cambiar una coma del depósito de la Revelación, no es más que un mensajero que podrá impulsar con mayor o menor fortuna el mensaje evangélico, pero que en ningún caso puede 'innovar' en doctrina.
Pero seguimos con El Mundo. Nos informa el editorial que la complejidad de los procedimientos del cónclave "lo convierten en un escenario propicio para el maquiavelismo". Para el maquiavelismo o para el consenso, depende de cómo quiera verse; igual que se identifica el silencio con el "oscurantismo", aunque es de prever que si en lugar de silencio hubiera campañas al uso de las elecciones políticas se hablaría de electoralismo vergonzoso, seguro.
En su tercer párrafo, el editorialista empieza lamentando que siempre se diseccionen los cónclaves en base a categorías políticas... Para inmediatamente recurrir a esas mismas categorías: italianos/no italianos; primermundista/tercermundista, etcétera. Supongo que la idea de que algún que otro cardenal pueda estar interesado en elegir a un hombre santo, piadoso o virtuoso no se les ha pasado por la cabeza en ningún momento.
Y llegamos ya a la parte realmente divertida, al meollo del editorial. Empieza lamentando las decisiones del pasado Papa que han, cito, "hecho mella en las filas del catolicismo y recortado su influencia social", que es algo así como lamentar que Spielberg haya tirado a la basura su carrera cinematográfica rodando E.T.
Y en seguida el diario desgrana el sencillo catecismo laicista, visto que la Iglesia, si no se le habla despacito y se le repiten los conceptos, es que no se entera, la pobre: celibato opcional para los sacerdotes, sacerdocio femenino, y, por supuesto, condones hasta en la sacristía. Esto, dicen, acercaría la Iglesia a la realidad del mundo y le daría un rostro más cercano y adecuado a los tiempos.
Se me ocurren muchos comentarios a este tedioso rosario de lugares comunes, pero me limitaré a señalar dos cosas.
La primera es que nada pasa tanto de moda como las modas y que no hay medio más seguro de quedar desfasado que "adaptarse a los tiempos"; precisamente lo más criticable en la historia de la Iglesia se produjo siempre cuando la Iglesia cedió al "espíritu de los tiempos": antisemitismo, inquisición, etcétera.
La segunda es todavía más sencilla: ya existen iglesia cristianas donde los curas se casan, donde hay sacerdotisas y donde los anticonceptivos han dejado de ser un problema moral. Ahí está la Iglesia Anglicana que, como todo el mundo sabe, tiene los templos a rebosar cada domingo...
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