miércoles, agosto 03, 2005

La estrategia del terror

Muchos saben que en la Primera Guerra Mundial, esa espantosa carnicería que mereció por unos años el nombre de Gran Guerra, murieron ocho millones de personas. Lo que saben muchos menos es que, sólo un año después, la llamada Gripe Española acabó con la vida de 25 millones: un inocente virus mató más en un año que las principales potencias mundiales decididas a masacrarse en seis. La muerte es siempre muerte, y no está más muerta un persona que ha volado por los aires en un atentado que quien pierde la vida en la carretera o en la cama. Sin embargo, la guerra y el terrorismo nos parecen casi siempre más trágicos que otras formas de muerte, a pesar de los números.

El hombre de hoy sabe sin duda más cosas del mundo que le rodea que el de otras épocas, pero tiene, en este aspecto, una desventaja de la que carecía el antiguo: la ilusión de conocimiento. El medieval no sabía nada o casi nada de la misteriosa Catay o de lo que había al otro lado del océano, pero sabía al menos que no sabía. Lo que sabemos del mundo lo sabemos, principalmente, por lo que nos llega de medios que aplican sus propios filtros sobre la información. No hablo de mentiras, ni siquiera de exageraciones, sino de énfasis. Algo tan sencillo como el espacio de prensa o televisión que se dedique a una información, el orden en que se sitúe, determina la importancia que los lectores o espectadores tendemos a darle.

Sé que puede sonar desalmado pero, para la sociedad en general, un atentado es una molestia, no una amenaza. Digo 'atentado' y no 'terrorismo' porque éste último es un deporte de equipo que necesita, para existir, de una prensa que lo anuncie y magnifique y unos políticos que emitan condenas y repulsas y, la inmensa mayoría de los casos, sobrerreaccionen. Pero si nos creemos toda la retórica de la 'guerra' contra el terror, habrá que concluir que el enemigo no tiene nada que hacer, causando en meses menos daño en vidas y material que un enemigo convencional en pocas horas; Londres, por citar un ejemplo de actualidad, sufría cada día más víctimas que el 7/7 bajo los bombardeos alemanes. El problema es que la de quienes empezamos a peinar canas es la primera generación de la historia que no ha vivido una guerra y no tiene modo de saber que las fuerzas terroristas, juzgadas como ejércitos convencionales, no tienen la menor posibilidad de lograr sus fines sin nuestra complicidad.