martes, julio 19, 2005

Carta a Eugenia

A mi amiga Eugenia no le gustan mis columnas (ella emplea otro verbo, algo más fuerte). Por ahora, vamos bien: a mí tampoco me enloquecen. Pero la última (Diálogo de civilizaciones) le ha indignado. Imagino que me veía ya con chilaba y una piedra en la mano, buscando una adúltera a la que lapidar.

Escribir una columna es a menudo una experiencia frustrante. No hay argumento que valga la pena que pueda desgranarse en 49 líneas (las he contado). Uno acaba conformándose con predicar para el coro y recurrir al minimalismo argumental. Por último, la columna se convierte a menudo en púlpito (lo último que quiero) y el columnista se ve a veces como martillo de herejes. Y va a ser que no, Eugenia.

Me preocupa más la crítica de fondo. Dice Eugenia que, si en Europa existe un vacío cultural es porque se está deshaciendo de un modelo, el cristiano, "que niega las reglas de la naturaleza". Vale, supongamos que me apunto a eso de las reglas de la naturaleza. ¿Qué tengo que hacer? No venimos a este mundo con un manual de instrucciones enrollado en el cordón umbilical. ¿Actuar como un animal? Vale, pero ¿cuál? ¿Me como a las crias sobrantes como el conejo? ¿Dejamos que el más fuerte de la manada sea el único con derecho a aparearse?

¿Seguir los instintos, quizá? ¿El instinto que has seguido sin duda esta mañana al despertarte cuando tu cuerpo te lo pide y no cuando suena el despertador? ¿El espontáneo impulso de encerrarse en una oficina ocho horas, tal vez? ¿Las fuerzas ciegas que nos arrastran a ponernos una gomita (de esas que crecen en los árboles) en nuestras relaciones íntimas? ¿Cuántos jefes vivirían tranquilos si a sus subordinados les diera la ventolera de seguir todos sus impulsos naturales?

Para bien o para mal, lo natural en el hombre es ser 'artificial', en el sentido, al menos, de que lo artificial se define como aquello que hace el hombre. Las reglas de la naturaleza existen, pero aplicadas al hombre son bastante más sutiles que seguir los instintos, sin encauzarlos, es decir, ‘humanizarlos’. Por eso la tortuga nace sólo tortuga y muere sólo tortuga, mientras que el hombre nace para llegar a ser héroe, santo, poeta o ingeniero de telecomunicaciones. O, en el peor de los casos, columnista.

1 Comments:

Blogger XavMP said...

Excelente, es como una carta/columna ideal para aquellos del remanido argumento de la necesidad sexual. :-)

2:36 p. m.  

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