miércoles, agosto 24, 2005

Luz y sonido

Luces, cámara, acción. Todo está pensado, ensayado al milímetro: las declaraciones, pero también las poses, los encuadres, el timing. La política se ha convertido en una película en directo, los políticos se inspiran más en Spielberg que en cualquier gurú de la cosa pública y, como el periodista del cuento, nunca permiten que la realidad les estropee un bonito mensaje.

Decía el obispo anglicano Berkeley que ser es ser percibido, lo que es es lo que se ve. Nada más falso: la verdad siempre acaba imponiéndose. Pero, a diferencia del estadista, el político de partido es un ser miope al que sólo le preocupa el futuro próximo, gobernar otros cuatro años más. Por eso siempre está en campaña, por eso le importa más el parecer que el ser. Y el que venga detrás, que arree.

El caso de los muertos de Afganistán es de libro en este sentido. Ante una situación casi idéntica a la que se convirtió en pesadilla del ministro Trillo, los guionistas del PSOE saben cómo darle la vuelta a la historia para que tenga un final feliz. Al menos, feliz para ellos.

Primero fue la Ley del Silencio impuesta a todos los testigos implicados. Parafraseando a Alfonso Guerra, el que se mueva no sale en el plano. No existe. Luego el helicóptero de Bono en el Bernabeu, aunque hubiera lugares más obvios y oportunos, porque sin cámaras y periodistas no hay gesto, y éstos no pierden comba. ¿Qué más da que hayan quedado restos en el lugar del accidente, si la identificación ha sido rápida e ‘indubitada’? ¿Qué importa que el Cougar siniestrado no sea el mejor helicóptero para el terreno, si los familiares de las víctimas están ‘encantados’ con el trato dispensado por el Gobierno? ¿Quién se acuerda ya de que Afganistán es una zona en guerra en la que siguen arriesgando la vida nuestros soldados pese a un ministro que ‘prefiere morir a matar’, si Fray José sabe marcar el gesto justo, pronunciar la palabra exacta y, sobre todo, no salirse nunca del encuadre?