jueves, marzo 30, 2006

Pagar al chantajista

Es costumbre pensar que en las dos estrategias posibles ante la violencia -resistir o negociar- la primera es cosa de dignidad y vergüenza, mientras la segunda es la postura cínica, pero pragmática. Para nada. No ceder al terror es, por supuesto, digno y moral, pero, sobre todo, eminentemente práctico: la decisión que tomaría cualquier Estado que no quiera lanzar a los cuatro vientos el mensaje de que “si golpeas lo bastante duro, te daré lo que me pidas”, que la violencia es rentable, que compensa. Negociar con terroristas, además, desmoraliza profundamente a quienes intentan agotar todos los medios legítimos y legales para reivindicar sus causas e intereses. Es llamarlos imbéciles.