viernes, marzo 23, 2007

Imperialismo cultural yanqui

Vibra con él medio mundo. Gente de todas las razas y todos los continentes, desde árabes a latinoamericanos o polacos, están ahora pegados a la tele, unidos detrás de un balón. Y ese dato, el Mundial y los millones que convoca el fútbol en todo el mundo, es la prueba de que uno de los grandes mitos de nuestra era -el imperialismo cultural yanqui- es eso: un mito.

Los progres llevan tiempo llamando ‘imperio’ a Estados Unidos, sin que les haya detenido jamás la consideración de que hasta las malhadadas guerras de Bush han sido más parcos en invasiones que, digamos, Francia, y de que tienen menos colonias que, pongamos, Inglaterra.

Es odioso, odioso eso de que el ‘imperialista’ americano se muestre tan tímido para reivindicar su destino imperial y clavar la Old Glory hasta en el último rincón.

Europa Occidental, que ha podido mantener durante tantos años esa estafa piramidal conocido como Estado del Bienestar gracias a que los odiados yanquis se han ocupado de su defensa, comprensiblemente aborrece a América, porque las ofensas se perdonan a veces, pero los favores, jamás. Así que han inventado aquello tan vago de "imperialismo cultural".

Cosa curiosa, este imperialismo que no se impone y cuenta con la entusiasta complicidad del invadido. Es, como suele ser el caso en la izquierda divina, un poco sutil insulto a la inteligencia del común, demasiado idiota para darse cuenta de que en realidad no le gustan las hamburguesas ni la cocacola.

Pero dejemos eso y hablemos de fútbol. Pues bien, el mundo vibra con el fútbol y en los States no saben ni cómo se juega. Es un juego de niñas allí. Pero no parece probable, ¿verdad?, que los hinchas españoles vayan a pedir en breve que se destine el Bernabeu o el Camp Nou al fútbol americano, ni que Casillas vaya a cambiar la portería por un bate de base-ball.

Más que culturalmente invasor, EEUU es un alegre invadido, contento de convertir en comida nacional un plato alemán (hamburguesa) y otro italiano (pizza)