viernes, marzo 23, 2007

El escondite inglés

No me he asomado -no me atrevo- a los libros de Historia de mis hijos, pero cuando yo iba al cole lo que se llevaba, dentro de una impecable historiografía marxista, era lo que no se me ocurre otro modo de llamar que Escuela Lenta. Supongo que como reacción pendular a esa otra historia hecha sólo de sucesos puntuales, en la que unos romanos de impolutas togas veína de repente llegar una cabalgata furiosa de bárbaros a la ciudad como caídos del cielo poniendo fin a la Antigüedad, en la Historia que yo estudié todo eran procesos que avanzaban con la imperceptible lentitud de un glaciar. Para tener alguna influencia en la marcha de la Humanidad, los personajes históricos tenían que avanzar como jugando al escondite inglés: se movían, sí, pero no se les podía ver haciéndolo.

Quizá por eso me ha cogido por sopresa la verdad, a saber: en una sola generación puede cambiar todo. No hablo de variación; hablo de poner negro lo que era blanco, juzgar malo lo que era bueno, poner, en fin, el mundo al revés. La España de nuestros padres era abrumadoramente católica, en lo oficial y en lo privado, de palabra y de práctica; tenían tantos hijos de media los matrimonios que para ser familia numerosa había que tener una pequeña tribu. Sus hijos han cerrado el grifo y se han paganizado casi por completo. Y como España, Europa. Quién nos ha visto y quién nos ve.

Lo último ha sido la aparición en Holanda de un partido que quiere legalizar la pedofilia. Sí, ya sé que suena repugnante y criminal, pero espere usted los discursos satinados, el goteo en prensa de noticias favorables a la cosa, las películas con conmovedoras historias de amor intergeneracional, las series de televisión, la demonización de la Iglesia (que acabará quedándose sola; al tiempo...). Así nos han vendido todo lo que nos chirriaba hace unas décadas y hoy encontramos normal y aceptable.