viernes, marzo 23, 2007

Israel

Si yo fuera israelí, el dato que me quitaría el sueño no sería el de los nuevos misiles de largo alcance que está usando Hizbolá para bombardear Galilea desde el sur del Líbano, ni los secuestros de soldados presuntamente perpetrados por Hamas; ni siquiera el propio hecho de que Hamas, un ‘grupo armado’ cuyo principal punto programático es borrar del mapa al Estado de Israel, esté gobernando -es un decir- Gaza y Cisjordania. No, lo que me dejaría sin dormir por las noches es un dato del que se habla menos, pero que tendrá un impacto mucho mayor a la larga: la mediana de edad de los palestinos es 15,8 años. En la guerra de desgaste que mantienen los árabes contra Israel, ésta la cifra clave.


Israel tiene todo el romanticismo y todo el dramatismo de una fortaleza asediada. Israel no vive un estado de crisis; Israel ES un estado de crisis permanente. Desde el mismo día de su fundación, en 1948, el reducto judío en Oriente Medio ha vivido cinco grandes guerras con sus vecinos árabes y una continua, inacabable, guerra soterrada. Ha logrado constituir una democracia moderna, con prensa libre y una economía avanzada especialmente fuerte en alta tecnología, pero eso ha coexistido con una militarización agobiante y una perpetua sensación de asedio que no hace fácil la vida civil, con un servicio militar intensivo de dos años y estacional o en reserva durante casi toda la vida, con un presupuesto de Defensa desproporcionado y recurrentes psicosis de atentados.


Le deseo a Israel la mejor suerte del mundo, pero las cuentas no salen y el tiempo corre en su contra. Hay seis millones de israelíes, unos doce millones de judíos en total; los musulmanes son mil millones. Los israelíes, más prósperos que los palestinos, tienen menos hijos. Han tardado nada menos que dos mil años en volver a su tierra, a Eretz Yisrael , pero no puedo decir que vea con optimismo su futuro.