viernes, mayo 27, 2005

El centro y los extremos

Lo cómodo de establecer las ideologías formando una línea física –ya saben, izquierda y derecha- es que los poderosos –políticos, medios de comunicación, y élite cultural y financiera- pueden redefinir a placer el centro. Y lo hacen. Todos conocemos personajes que son el centro por definición, de modo que cuando se mueven, mueven consigo todo el espectro político.

Ésa es la razón de que la famosa –o infame- ‘búsqueda del centro’ resulta una empresa inútil y contraproducente. Imaginemos una escala del 0 al 10, y supongamos que, en un momento dado, la ideología ‘permitida’ más izquierdista ocupa el 4 y la más a la derecha, el 8, quedando el 6 como centro. Si, en busca del centro, el partido que está en el 8 evoluciona hasta el 6, no habrá quedado como centro, simplemente habrá desplazado el centro hacia el 4, y ahora la extrema izquierda será el 2. En definitiva, se habrá conseguido desplazar todo el espectro político ‘decente’ hacia la izquierda, y el mucho más moderado partido derechista seguirá siendo extremo. El poderoso puede decir aquello de “el centro soy yo”, esté donde esté.

Esto también explica el misterio de los extremismos. Uno no puede distraerse ni dormirse, porque si no está permanentemente al día se arriesga a acostarse moderado y levantarse extremista, tan deprisa se mueven estas cosas de la ideología. Uno pensaría, por ejemplo, que tratándose de cosas que nunca se habían planteado, que sólo existen en dos países en todo el mundo y que nadie, en miles de años y cientos de civilizaciones, había pensado aprobar hasta hace poquísimo tiempo, el extremo estaría en la novedad. Error. El ‘matrimonio’ homosexual ha pasado en un tiempo vertiginoso de algo que a nadie se le ocurría –incluyendo los progresistas más avanzados- a ser, por así decir, doctrina común, fuera de la cual no hay salvación.