martes, septiembre 06, 2005

Katrina y Dios (Carta del diablo)

Apreciado Isacarón:

Incontables son los milenios durante los cuales las más altas inteligencias -nosotros- han dilucidado sobre Su justicia sin lograr agotarla. ¿No es para reír ver cómo estas motas de polvo solventan de un plumazo un asunto que ni empiezan a comprender?

Pero no es eso lo más patético. Lo ridículo, incluso para sus limitadas mentes, es que una catástrofe natural como la del Katrina sea lo que les lleve como un solo hombre a plantearse estos interrogantes. (Ya sabes cómo va la cosa: “¿Cómo puede un Dios bondandoso...?”. Permíteme ahorrarte el resto de la insulsa palabrería).

La cosa es que si Katrina sirve para dudar de la bondad o la existencia divinas, no debería servir menos un dolor de muelas. Hay sólo una cuestión de grado entre la más leve molestia y el más atroz de los sufrimientos. El dios simplón que habita la mente de tantos mortales se descalificaría permitiendo tanto lo primero como lo último.

Luego están las muertes. ¿No es divertido? Oyéndoles hablar de las víctimas de Nueva Orleans cualquiera diría que la muerte es una novedad. Corrígeme si me equivoco, pero la última vez que revise los datos su incidencia seguía siendo del cien por ciento, como nos recordaba insidiosamente una columnista de ese infame semanario.

Lo ven todo al revés, y eso es lo bueno. Lo malo es que cosas como el Katrina mitiga en ellos esa deliciosa sensación de tenerlo todo bajo control.

Asmodeo