lunes, febrero 06, 2006

No es lo mismo

Durante cosa de cincuenta años, en la Guerra Fría, el mundo empezó a jugar a un juego lleno de trampas llamado equivalencia moral. Consistía en decir que los dos bandos -el bloque soviético y el bien llamdo mundo libre- eran igualmente malos por la muy obvia razón de que ninguno de los dos era perfectamente bueno. Ya saben, si Stalin llevó a cabo purgas y provocó hambrunas en las que perdieron la vida unas cien millones de personas, con la Caza de Brujas del Senador McCarthy un puñado de guionistas de Hollywood se quedaron en el paro. Lo uno por lo otro. Era, en definitiva, la versión política del macabro chiste: “¡Qué semana llevamos! Tú pierdes a tu mujer y yo pierdo el bolígrafo!”.

En el fondo no es más que el masoquismo occidental, el deseo de muerte de nuestra civilización y, caído el muro, la progresía bienpensante juega ahora a la equivalencia moral con el islamismo radical. Hay feministas, por ejemplo, a las que no se les cae la cara de vergüenza comparando el burqa con el bikini como símbolos de la sujeción de la mujer al varón. La culpa de todo, dicen, la tiene el monoteísmo, y tanto da si es el de Cristo, que murió por nosotros una muerte infamante de esclavo, como si es Mahoma, que murió en el cenit de su gloria de una indigestión de cordero; si es un semanario que denuncia una obra donde ser ridiculiza todo lo que es sagrado para el cristiano como si son fanáticos que queman embajadas y amenazan de muerte a los autores de una caricaturas del profeta. Y no es lo mismo.

No es lo mismo matar que protestar; no es lo mismo que la mujer gane de media algo menos que el varón que prohibir a las mujeres salir solas de casa, hablar con varones distintos de su esposo, mostrar el rostro, conducir. No es lo mismo.