lunes, febrero 06, 2006

Odio a la democracia

Es la más vieja de las armas del arsenal político. La izquierda acusa a la derecha de desconfiar de la democracia; la derecha responde recordando que la izquierda tiene un pasado reciente que no le permite acusar a nadie de antidemócrata sin hacer el ridículo. Y la verdad es que las dos partes tienen toda la razón. Los partidos de uno y otro signo difieren en algunas cosas, pero todos coinciden en despreciar la opinión del pueblo.

Me explico: para los partidos de izquierda y de derecha, para las tribus ideológicas, la democracia es una tregua. Los ejércitos se detienen antes de la batalla y, para evitar el derramamiento de sangre, cuentan los soldados de uno y otro bando y se lleva la victoria el que más tiene. Todo un avance civilizador, pero no es precisamente lo mismo que dejar que el pueblo gobierne.

El desprecio a la democracia está en cada detalle, en cada gesto, en cada comentario de la clase gobernante, sobre todo de la izquierda. ¿Nadie se da cuenta de que las vacías protestas de democracia de nuestros líderes son absolutamente incompatibles con cada una de las medidas de gobierno que aprueban, que no se puede defender simultáneamente que el pueblo es tan sabio que merece gobernar y tan estúpido que ni siquiera se puede confiar en que cuide de su salud? ¿Cómo puede sostenerse al mismo tiempo que el pueblo tiene razón y que a la gente hay que decirle cómo debe repartirse las tareas en su propia casa o cómo debe educar a sus hijos, porque es demasiado idiota para hacerlo sin ayuda?

El prejuicio antidemocrático de la izquierda llega al insulto, a despreciar como populachero y comercial todo aquello que gusta a la gente -el mundillo de la cultura subvencionada es el paradigma del elitismo izquierdista-, y a condensar las esencias de la exquisitez progresista precisamente en las instituciones más alejadas del interés y el control de la gente, como la Unión Europea, cuyo ejecutivo no responde ante el pueblo y apenas lo hace el Parlamento. Pero ¿para qué dar voz a quien pide cadenas?