jueves, abril 20, 2006

La Gran Noticia

Cristo ha resucitado. Comprendo que no suena a noticia de última hora, pero no deja de ser noticia, y está en el centro mismo, no ya de nuestra fe, sino de la historia universal. Crea o no, un historiador honrado debe admitir que este hecho ha cambiado el mundo como ningún otro.

De hecho, el mensaje cristiano no se extendió como la pólvora porque anunciara que Dios es amor o que hay que perdonar a nuestros enemigos. Por sí solas, esas dos sensacionales afirmaciones suenan demasiado hermosas para ser verdad. No: el mensaje ‘gancho’ era más sencillo, más inmediato, más carnal: un carpintero de un rincón perdido del Imperio murió y ahora vive. No metafóricamente, no en espíritu, o en su mensaje: físicamente, ante muchos testigos que lo habían visto morir una muerte infamante y terrible y que ahora le veían comiendo pescado y hablando con ellos. Dejándose tocar, incluso. Y estos testigos estaban lo bastante seguros de lo que habían visto como para sufrir alegremente la muerte entre atroces suplicios.

La muerte ha sido siempre la Gran Frontera. Todos los planes y lo sueños y las instituciones de los hombres chocaban con esa barrera implacable y misteriosa que convertía en sombra y cenizas sus más nobles metas. Había mitos, claro, y teorías de filósofos, pero nadie había vuelto del otro lado. Hasta la resurrección de Jesús. Desde entonces, comprensiblemente, nada ha vuelto a ser igual.

Por eso, la vuelta al paganismo que defienden muchos y temen algunos no es meramente errónea: es imposible. El pagano verdadero, el pagano histórico, era un hombre que hacía una pregunta. Cristo era la respuesta. A partir de ahí, sólo cabe seguirle o negarle, pero ya no existe la opción de ignorarle. Aun rechazando la fe que los justifica, los modernos conceptos de libertad, de igualdad o de la dignidad de toda vida humana proceden del mensaje del resucitado. Sólo nos queda confiar en que el neopaganismo agote su propia lógica y acabe como acabó el paganismo clásico: convirtiéndose al cristianismo.