jueves, enero 27, 2005

La Cofradía del Santo Condón

Está en todas partes: en carteles, en anuncios de televisión y radio, en editoriales y noticias. Lo citan tipos de pinta indescriptible en contextos 'lúdicos' y señores muy serios y graves con batas blancas; políticos, actores, intelectuales, clérigos... Me refiero, claro, al omnipresente condón, la goma, el preservativo, el profiláctico.

Como cualquiera, tendría mucho que decir desde el punto de vista moral o práctico contra este fetiche de caucho. Pero sucede eso, que ya lo ha dicho... cualquiera.

Mi conflicto con el condón es más básico, más elemental. Lo odio por estética, por buen gusto. Y lo odiaría igual aunque no tuviera ningún reparo moral contral él.

Llámenme romántico, pero uno concibe la unión sexual como fruto de la pasión espontánea. Y la idea de interrumpir esa oleada íntima con un "perdona un momento, que esto va muy deprisa y me tengo que colocar la goma" me parece lo más antierótico del mundo. Corta bastante el rollo. No creo que tenga que añadir mucho más, y es evidente que este argumento no tiene absolutamente nada que ver con la moral.

El condón va camino de convertirse en el símbolo de la modernidad laica, de igual modo que la cruz es el símbolo cristiano o la rueda el símbolo budista. Y es oportuno y significativo que así sea, ya que:

- Es un símbolo de negatividad, de esterilidad, de lo que no es fructífero ni creativo. El condón no aporta nada, no ofrece nada; sólo niega. No es un "para que" sino un "para que no".

- Es artificial y, más aún, producto de cadena de montaje y producción en masa, lo contrario de la personalización y lo artesano. Pocos artículos simples -sin piezas- existen que requieran tal nivel de sofistificación industrial.

- Es informe. Propiamente hablando, no tiene forma propia, sino que adquiere la forma de aquello sobre lo que se ponga. De la palabra forma viene, etimológicamente, la plabra hermoso, y lo que no tiene forma es lo deforme.

- Es feo. En parte, esto es consecuencia del punto anterior, pero no del todo. El condón es feo en su presentación, dentro de la caja, y es feo cuando se acaba de hacer uso del mismo. Es un pingajo arrugado y colgante, retrato perfecto de la impotencia ontológica que delata.

- Es obsceno. Hace público lo que debería ser íntimo, reduce al hombre al grado de "portapolla", de mero sostén o estructura diseñada para joder.

- Es cobarde. Pone el énfasis en la seguridad, verdadero fetiche del pensamiento único; aborrece el riesgo, la aventura, lo imprevisto, la sorpresa.

- Es engañoso. Promete mucho más de lo que cumple. Ofrece un sueño imposible de placer sin sacrificio ni efectos secundarios, de irresponsabilidad sin consecuencias. Pero, como sucede con tales sueños, en última instancia sirve para que el sujeto se confíe y coseche al fin más dolor y más infelicidad.

- Se vende en farmacias. La farmacia es el nuevo templo de la felicidad moderna. Es un subproducto más de esta mentalidad que reduce la felicidad a la salud, y la salud a las 'muletas' médicas que tratan al sano como si fuera enfermo, lleno de complejos vitamínicos, estimulantes, somníferos, tranqulizantes, parches y demás parafernalia pseudomédica.

3 Comments:

Blogger Kike said...

Hombre, certísimo. ¡Y no sabes cómo me he reído con este post! Muy bueno.

Saludos desde el otro lado del charco.

12:47 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

jaja como el marcapasos, no? reduce al organo mas romantico al grado de valvula, desafía los designios de dios, te permite permanecer mas dias en este mundo decadente, en fin, que desastre... no se si este post es mas rebuscado que necio

9:35 a. m.  
Blogger Nacho said...

"El condón no aporta nada, no ofrece nada; sólo niega. No es un "para que" sino un "para que no"."

¿¿Cómo que no es un "para qué"?? Me parece que es bastante claro "para qué" es.

¿Para qué son los guantes que usan los cirujanos? ¿Para no infectar a quien operan? ¡No, para operar sin infectar! Antes podíamos operar igual si queríamos, pero la sepsis parece que no estba buena...

Tener 45 hijos que uno no puede mantener, pareciera, tampoco.

9:45 a. m.  

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