Una señora papá (sección 'El Manipulómetro')
Para el pensamiento dominante, el niño es una contradicción. Por un lado es una delicadísima flor de invernadero sobre el que se acumulan cartas de derechos, expertos, pedagogos y defensores oficiales y oficiosos de la infancia; un ligero cachete puede traumatizarle, se le debe estimular con música clásica antes incluso de que nazca y con colores brillantes en la misma cuna; casi ningún objeto es lo bastante seguro para él, no hay condiciones suficientemente adecuadas para su desarrollo armónico.
¡Pero ay del niño como sus necesidades entren en conflicto con los caprichos favoritos de nuestra ética cultural! Entonces es un amasijo de células antes de nacer y un sujeto resistente y maduro en su primera infancia, que supera impávido el divorcio de sus padres o la posibilidad de ser criado por dos padres o dos madres.
Viene esto a cuento del caso de una juez de Lugo que, para indignación de los progresistas bienpensantes, ha decretado que Álex Crespo sólo podrá ver a su hijo, de siete años, durante tres horas cada dos semanas, en un centro público y siempre en presencia de la madre y profesionales. ¿La causa? Álex se está hormonando con la intención de convertirse en breve en Alejandra.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gays y Transexuales, que parece no cansarse nunca de confundir el culo con las témporas, ha destacado esta "incongruencia", que atribuye a una discriminación hacia Crespo por ser transexual, informa el diario El País.
Si alguno de los omnipresentes defensores del menor arrebata a una familia pobre a sus hijos por que viven descuidados y en condiciones antihigiénicas, nadie ve en ello una discriminación contra la pobreza. Pero, ¿qué puede haber de malo, qué puede entorpecer el desarrollo de un niño de siete años tener que llamar ‘papá’ a una señora? ¿Confundirle? ¿Por qué?
Por supuesto, El País sólo recoge opiniones contrarias a la decisión de la jueza, las muy representativas opiniones de los activistas gays. Lo suyo es que lo anómalo, lo estadísticamente anormal, dicte las normas que rigen la vida de la mayoría. ¿Para qué perder el tiempo con opiniones "casposas"? (10/11/2004)
¡Pero ay del niño como sus necesidades entren en conflicto con los caprichos favoritos de nuestra ética cultural! Entonces es un amasijo de células antes de nacer y un sujeto resistente y maduro en su primera infancia, que supera impávido el divorcio de sus padres o la posibilidad de ser criado por dos padres o dos madres.
Viene esto a cuento del caso de una juez de Lugo que, para indignación de los progresistas bienpensantes, ha decretado que Álex Crespo sólo podrá ver a su hijo, de siete años, durante tres horas cada dos semanas, en un centro público y siempre en presencia de la madre y profesionales. ¿La causa? Álex se está hormonando con la intención de convertirse en breve en Alejandra.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gays y Transexuales, que parece no cansarse nunca de confundir el culo con las témporas, ha destacado esta "incongruencia", que atribuye a una discriminación hacia Crespo por ser transexual, informa el diario El País.
Si alguno de los omnipresentes defensores del menor arrebata a una familia pobre a sus hijos por que viven descuidados y en condiciones antihigiénicas, nadie ve en ello una discriminación contra la pobreza. Pero, ¿qué puede haber de malo, qué puede entorpecer el desarrollo de un niño de siete años tener que llamar ‘papá’ a una señora? ¿Confundirle? ¿Por qué?
Por supuesto, El País sólo recoge opiniones contrarias a la decisión de la jueza, las muy representativas opiniones de los activistas gays. Lo suyo es que lo anómalo, lo estadísticamente anormal, dicte las normas que rigen la vida de la mayoría. ¿Para qué perder el tiempo con opiniones "casposas"? (10/11/2004)
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