lunes, marzo 21, 2005

Confesión (Carta del diablo)

Apreciado Isacarón: ¿Qué te ha pasado esta semana, en qué estabas pensando? Después de tantos meses de tranquilidad de conciencia, tu ‘pupilo’ ha sentido la tentación de confesarse; le he visto pateándose media ciudad, entrando en iglesias y hurgando en confesionarios. ¿Aún no le has enseñado que la culpa no existe?

Pero tus mayores ya estábamos al quite y han puesto las condiciones para que la cosa no pase a mayores. Es decir, hemos arreglado las cosas y, al final, tu chico sólo ha encontrado confesionarios vacíos. Hemos actuado en ‘el lado de la oferta’, de modo que si todavía hay quien sufra accesos de culpabilidad, desespere de encontrar un sacerdote y acabe, como mucho, en manos del psicoanalista.

No sabes cómo se alivian mis penas cuando contemplo el magnífico espectáculo de tantos confesionarios vacíos. ¡Es tan terrible lo que allí sucede, tal trastocamiento de la lógica de las cosas por el que esas miserables criaturas quedan libres de todo lo que, pacientemente, hemos logrado sembrar en su alma para separarlos del Enemigo! Y allí, en esa misteriosa oscuridad, unas palabras, un gesto y es como si volvieran a nacer. Ante semejante amenaza, abajo inventamos el Activismo. El clero disminuye, pero aún serían bastantes para hacernos la vida imposible con esta aborrecible máquina de perdonar si no hubiéramos convencido a muchos de ellos de que su verdadero papel es el de activistas, un trasunto clerical del voluntario de ONG.

Asmodeo