Jimmy Zapatero (firma invitada)
Cuando ZP ganó las elecciones, hubo quien lo comparó con Kennedy. Porque medir a los presidentes españoles con los americanos es la forma que tienen algunos de justificar una beca de verano en Berkeley. Pero la comparación resultó no sólo odiosa (para los Kennedy), sino falsa. Así me lo hizo ver el hispanista norteamericano Stanley G. Payne, una mañana de otoño en el bar del Hotel Suecia de Madrid, adonde acudí para hacerle una entrevista. Pretendía sorprender a Payne con el tópico recién aprendido y sólo conseguí que soltara una carcajada: "¿Zapatero, como Kennedy? ¡Será como Jimmy Carter!".
Carter, el presidente más pusilánime de Estados Unidos, que llegó a la Casa Blanca de carambola y sólo permaneció allí una legislatura. Aquella mañana en el Suecia, Payne auguró para ZP el mismo tiempo en el Gobierno que Carter. Han pasado los meses, y me atrevo a ponerlo en duda. En este tiempo, Zapatero ha cedido al chantaje del comando Lavapiés, ordenando a nuestras tropas en Irak dar media vuelta y seguir avanzando; ha recibido en el Congreso, con honores de jefe de Estado, a un caudillito autonómico que traía en la cartera un plan para trocear España y mantiene pactos de gobierno con otro que viajó a Perpiñán para pedirle a ETA que antes de matar se situara en el mapa.
En un país serio, estos tres botones le hubieran valido al presidente un abucheo, como poco. Aquí, en cambio, va al Carmel y le aplauden. España sin pulso. Ya lo decíamos Francisco Silvela y yo.
Carter, el presidente más pusilánime de Estados Unidos, que llegó a la Casa Blanca de carambola y sólo permaneció allí una legislatura. Aquella mañana en el Suecia, Payne auguró para ZP el mismo tiempo en el Gobierno que Carter. Han pasado los meses, y me atrevo a ponerlo en duda. En este tiempo, Zapatero ha cedido al chantaje del comando Lavapiés, ordenando a nuestras tropas en Irak dar media vuelta y seguir avanzando; ha recibido en el Congreso, con honores de jefe de Estado, a un caudillito autonómico que traía en la cartera un plan para trocear España y mantiene pactos de gobierno con otro que viajó a Perpiñán para pedirle a ETA que antes de matar se situara en el mapa.
En un país serio, estos tres botones le hubieran valido al presidente un abucheo, como poco. Aquí, en cambio, va al Carmel y le aplauden. España sin pulso. Ya lo decíamos Francisco Silvela y yo.
Gonzalo Altozano
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