París y la Alianza de Civilizaciones
Uno de los placeres más mezquinos, pero indisputablemente real -o, si se prefiere, uno de los dolores más oscuramente placenteros- es el que se encierra en la frase “te lo dije”, cuando uno ve desde el aire con toda claridad dos trenes en curso de colisión, lo advierte, las autoridades lo ignoran o le tratan a uno de catastrofista y el accidente, al final, se produce.
La gente suele preferir la esperanza ideológica a la experiencia o al sentido común. Sin novedad en el frente multicultural es la consigna, aunque arda París, aunque la tolerancia y la aceptación estén siempre de un solo lado y la capital francesa se haya rodeado de una red de guetos islámicos donde se cultiva pacientemente la yihad y el confuso odio a un Estado anfitrión que ha tratado de pagar con subvenciones el privilegio de mirar hacia otro lado y seguir jugando a la alianza de civilizaciones. Ahora quizá sea tarde.
La gente suele preferir la esperanza ideológica a la experiencia o al sentido común. Sin novedad en el frente multicultural es la consigna, aunque arda París, aunque la tolerancia y la aceptación estén siempre de un solo lado y la capital francesa se haya rodeado de una red de guetos islámicos donde se cultiva pacientemente la yihad y el confuso odio a un Estado anfitrión que ha tratado de pagar con subvenciones el privilegio de mirar hacia otro lado y seguir jugando a la alianza de civilizaciones. Ahora quizá sea tarde.
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