viernes, noviembre 25, 2005

Presente condicional

Ser locutor o periodista en la URSS de Stalin debía de ser una actividad de infarto. Uno no sólo debía estar preparado para defender con ardor la siempre cambiante línea del partido, no sólo había que presentar con convicción lo contrario de lo que se dijo ayer, sino que tenía que parecer que la nueva postura había sido la postura de siempre. En la URSS, se decía entonces, el futuro es previsible; es el pasado el que está siempre cambiando.

Hoy es la élite intelectual de Occidente la que tiene que madrugar y leer el parte a primera hora para saber qué idea unánime de ayer es hoy inadmisible, extremista y medieval. Hay, es cierto, un atajo, un medio casi infalible de no equivocarse y andar siempre en la vanguardia del progreso (doble metáfora que debería valerme el despido): piense en ideas de Perogrullo, conceptos de sentido común, obviedades y convicciones unánimes de todo Occidente y opine lo contrario. Dos contra uno a que acierta.

Pero la precipitación por atacar la sabiduría común desde todos los lados posibles, el amontonamiento de novedades, genera un caos ideológico que sólo los más hábiles pueden sortear sin riesgo y que exige una casuística que haría las delicias del más alambicado jesuita clásico. Por ejemplo, todos sabemos que la Naturaleza es una damisela maltratada por el hombre, verdadero virus del planeta, y que nada hay peor que atentar contra especies protegidas. Pero también sabemos que los pueblos indígenas son siempre más sabios y mejores que el hombre blanco. Pregunta para nota: si los indígenas reivindican su derecho ancestral a cazar orcas en Canadá, ¿qué salomónica decisión puede tomarse? La violencia de género (masculino, se entiende) está sólo un escalón por debajo del genocidio. El Islam es una religión de paz y las costumbres de cualquier grupo étnico y religioso no occidental ni cristiano son sacrosantas. ¿Cómo se reacciona a la ‘tradición’ de disciplinar a la esposa rebelde?

Uno no sabe si reír o llorar ante los síntomas intelectuales ante el deseo de muerte de Occidente.