viernes, marzo 23, 2007

Mitos de origen

El nacionalismo, la penúltima idolatría, necesita los mitos.
Me parto. Ahora resulta que los británicos no descienden, en sus tres cuartas partes, ni de anglos, ni de sajones, ni de britanos, sino de vascos. La Genética de Poblaciones está dando muchas sorpresas y tirando por tierra muchos de los mitos de origen que todos tuvimos que aprender en el colegio y aun en la Universidad. Los estudios del ADN mitocondrial revelan, para empezar, que las poblaciones son relativamente estables, que las migraciones e invasiones que tanta huella han dejado en la cultura, el idioma y la identidad prestada fueron minoritarias, que lejos de desplazar a la población autóctona, los conquistadores se diluyeron en ella, constituyendo una casta dirigente en el mejor de los casos. Y que, en el caso británico, los ancestros de los actuales ingleses estaban, en sus tres cuartas partes, ya en las islas hacia el final de la última glaciación, allá por el Paleolítico. Y habrían llegado de la Península Ibérica. Ahora le veo más sentido a que la Ikurriña sea un plagio descarado y consciente de la Union Jack.


Los nacionalismos son una forma de idolatría con algo de chiste de humor negro y mucho de racismo bienoliente, del que no dispara las alarmas políticamente correctas. Y ninguno como el vasco en este sentido. Con poquísimos mimbres, un solo hombre, beatorro, estrecho y furibundamente racista, inventó un pasado, una bandera, el nombre de un país y hasta un santoral. Desde entonces, todo el prurito de los antropólogos de partido (PNV) parece no tanto descubrir el origen de este pueblo como negar que se pueda conocer algún día. Se nutren del misterio, de un legendario aislamiento eterno e imposible, para que no se les caiga el tenderete y sigan pisando alfombra los caciques de aldea. Y ahora, horror, vienen los científicos dispuestos a estropearnos el juguete, decirnos que los Reyes Magos son los padres y que para conocer vascos de casi pura cepa, nada como ir a Westminster.