viernes, marzo 23, 2007

Repitan conmigo: las leyes TIENEN consecuencias

Que los políticos mienten más que hablan no es precisamente noticia de última hora, pero hasta ahora le ponían su poquito de picardía, algo del arte del trilero, dónde está la bolita, que ni aquí ni allá, no sé, se respetaba un poco más la inteligencia del personal. Pero los de ahora han debido decirse que para qué, si con tanta Logse, LOE, Televisión Española y 59 Segundos, que la reflexión no da para más, ya a la peña se le puede decir que los burros vuelan, todo está en que se diga muy serio y muy solemne. Así nos han hecho tragar ese cuento para descerebrados que es la negociación con ETA, y aquí estamos. Lo último ha sido de la Vice. Resulta que han aprobado una ley de divorcio que es como los mensajes de Windows ("¿Desea divorciarse? Sí/No?"), pero en más fácil, y a los seis meses de la ley, hala, un 21 por ciento más de rupturas. Se le pregunta a doña María Teresa si ve aquí alguna relación, causalidad y eso, y pone cara de madre superiora a la que le preguntan por los artículos de Victoria’s Secret: nada que ver. Miren, eso es una cosa muy íntima, y si los españoles quieren divorciarse, qué tendrá que ver la ley.


¿Y yo que preferiría que me dijeran que a ellos, plin, pero sin necesidad de que me tomaran por imbécil? La legislación siempre, pero siempre, genera incentivos. Y el hombre no mueve un párpado sin hacer antes un análisis coste-beneficio, sin que sea necesario que uno u otro sean económicos. Allá por la presidencia de Johnson, el Gobierno de allá creó un paquete de ayudas para las muy minoritarias madres solteras de los barrios deprimidos. ¿Consecuencia? El ochenta por ciento de los negros del Bronx nacen sin padre ahora. ¿Para qué aguantar un marido si el Estado se presta a serlo, un marido que, además, nunca va a abandonarte? Se llama la ley de las consecuencias no pretendidas, y funciona como un reloj. Y otro día hablaremos del Efecto Llamada, que se las trae también.