lunes, enero 10, 2005

Juegos del palabras (de las Cartas del Diablo)

Apreciado Isacarón:

Hace tiempo que en los Consejos Inferiores iniciamos algo que los mortales, con su incurable frivolidad, llamarían "juego". Consiste en proponer ideas a cuál más estúpida e inconsistente para imbuir en los humanos, en busca de su límite, del momento en que no les quedara otro remedio que decirse: "¡Pero esto es absurdo!". El juego ha perdido toda su emoción: no hay límite.

Mira, por ejemplo, una de las palabras fetiche de los últimos siglos: "Progreso". Es una palabra perfecta para nosotros, porque no significa absolutamente nada y, sin embargo, suena a gloria en los oídos de los hombres. ‘Progresar’ es avanzar, e igual puede avanzarse hacia la Jerusalén de Oro como hacia un abismo. En los discursos de los líderes, citar un ‘retroceso’ es mentar la bicha, una descalificación sin paliativos. Pero el más imbécil de ellos retrocederá si se encuentra en la carretera con un puente roto o una inundación en la calzada.

Mira cómo hemos conseguido que se eviten los términos de significado absoluto, claro, y agoten los relativos, los que pueden significar cualquier cosa que desee el hablante. Lo fundamental es que seamos nosotros quienes definamos la meta; de esta manera, nuestros enemigos tendrán que optar entre alinearse con la ‘involución’ o, aún más patético, hablar de un "verdadero progreso", que es una forma como otra cualquiera de entrar en nuestra trampa.

Cuando ese escritorzuelo presuntuoso, Charles Peguy, dijo aquello de que "nunca se sabrá hasta qué extremos de cobardía están muchos dispuestos a llegar por no parecer insuficientemente progresistas" descubrió nuestro juego. Afortunadamente, nadie cita y pocos leen a un autor marcado como católico; no es suficientemente progresista.