miércoles, septiembre 28, 2005

Alfageme y la Extraña Familia

Con una Carta a Letizia inicia esta semana mi jefa en Época, Maite Alfageme, un espacio que tendrá por frecuentes protagonistas a los miembros de la Familia Real (así, en mayúsculas, para diferenciarla de las muy reales familias como la suya o la mía). Que Dios te coja confesada, Maite. Si, como decía Larra, escribir en España es llorar, escribir en nuestro país sobre el Monarca y su entorno es llorar dos veces. Una, porque algo tan serio y fundamental como la Jefatura del Estado parece coto exclusivo de los periodistas del corazón y otras vísceras. Y dos, porque la libérrima prensa española lleva ya tantos años caminando de puntillas en este asunto que se le ha quedado la postura tal que así, y no hay forma. La Monarquía es el elefante en la sala de estar, es ese primo que existe en casi todas las familias del que es mejor no hablar. No hay prohibiciones claras y definidas, no hay instrucciones en los libros de estilo de los periódicos, no hay sentencias draconianas y sonadas; es sólo que eso no se hace. Y punto.

O punto y aparte, porque Maite, que ya ha roto el cacareado techo de cristal, viene dispuesta a romper también el invisible muro de silencio que rodea a la Peculiar Institución. Con todo el respeto del mundo, con Don Juan Carlos por aquí y Doña Letizia por allá. Pero hablar, que el minuto de silencio va ya para treinta años.
La Monarquía moderna –no sólo la española, que conste- ha vivido años de un acuerdo tácito que está incumpliendo. Los periodistas abajofirmantes, por aquello del consenso y la concordia, dábamos el pase de silencio a cambio de una similar discreción por parte de la parte de la segunda parte. Les tratábamos, más o menos, como cachitos de Historia, reliquias venerables y probablemente útiles de un glorioso pasado, la manida mística de la Corona, y ellos hacían con toda la dignidad de que fuesen capaces su papel encantador y encantado.

Pero es difícil ignorar respetuosamente unas estatuas que no paran de moverse, mantener distancias con quien se empeña en acortarlas a cada minuto. Tratar de ser ‘como uno más’ manteniendo todos los privilegios, recurrir a la sangre azul o a la roja según pinten copas o bastos, cuadrar el círculo de la ‘realeza plebeya’ es querer jugar con dos barajas. Y eso es trampa. ‘Alteza’ viene de alto, y cuando se bajan de la peana se les ven los granos. Y Maite va a contarlos.

3 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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10:51 a. m.  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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11:00 p. m.  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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5:03 a. m.  

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