lunes, octubre 31, 2005

Yo, el dogmático

Un católico es una persona que tiene razón en lo importante. De todas las posibles definiciones de católico, ninguna como ésta me parece tan perfectamente diseñada para indignar y escandalizar al lector, y por eso la uso aquí.

Pensadores, críticos y tertulianos de cualquier facción, partido, capilla o sesgo están dispuestos a enunciar cualquier idea, manejar las paradojas más chocantes o sostener los más aburridos lugares comunes, pero todos ellos evitarán revelar este secreto que, pese a todo, todos comparten y creen con fervorosa pasión, a saber: que ellos tienen razón y los demás se equivocan. Si alguna vez hacen mención a la cuestión de la verdad de las cosas, será para acusar al rival de pretender ostentarla, y no hay peor infundio ni arma arrojadiza más temida que la acusación de pretender tener ‘el monopolio de la verdad’.

Bueno, yo no tengo el monopolio de la verdad -la que importa, me refiero- porque, afortunadamente, está bastante extendida. Pero sí, creo firmemente que lo que digo es verdad. Soy -¡horror!- dogmático sobre lo importante. Y les diré un secreto: ustedes también.

Decía Chesterton que todos los hombres son dogmáticos, pero que mientras unos lo eran conscientemente, los otros eran dogmáticos inconscientes, con mucha diferencia los más dogmáticos.

“La verdad absoluta no existe”. ¿Les suena? ¿No caen en la cuenta quienes dicen cosas así que están enunciando un dogma, y un dogma particularmente absurdo porque se está contradiciendo al declararlo? Y es todo así. Rasque un poco en las opiniones más ‘abiertas’, en las posiciones más racionales, en declaraciones supuestamente carentes de todo apriorismo, prejuicio o sesgo y encontrará un dogma, un axioma que el hablante da por supuesto y que no podría demostrar: que todos los hombres son iguales, que la libertad es mejor que la esclavitud, que la vida es mejor que la muerte. Todo perfectamente sensato, pero tan indemostrable, tan inasible y tan ‘de fe’ como el dogma de la Santísima Trinidad.

Muchas bocas, un solo mensaje

Cuando Santo Tomás dijo aquello de “temo al hombre de un solo libro”, no podía imaginar una época-la nuestra- en la que millones de personas podrían acabar leyendo un solo ‘libro’ encarnado en miles de volúmenes aparentemente distintos, periódicos con diferentes manchetas, televisiones y cadenas de radio.

Las cosas que disputan medios de comunicación presuntamente rivales son nimias comparadas con el amplísimo consenso que comparten sobre la interpretación de la realidad. No deja de ser curioso que la libertad de expresión haya dado como resultado la plana uniformidad de opiniones que padecemos, disfrazada aquí y allá de rivalidades más tribales que verdaderamente ideológicas. Ahora que todo el mundo puede decir lo que quiera, todos los que tienen los medios dicen lo mismo. Y el que disiente es un provocador que incita al odio

Peor que el sida

Atención, pregunta: ¿qué enfermedad, más grave y alarmante que el sida, es endémica en África? Si su respuesta es “la malaria”, acierta pero demuestra hacer poco caso de prensa como El Mundo, para cuyo suplemento de Salud, la gran pandemia africana son... los africanos. No lo dice así, claro, sino que titula El crecimiento demográfico en África, más grave que el sida. Lo que viene a ser lo mismo. Decía Stalin que detrás de cada problema hay uno o varios hombres y que si se eliminan los hombres, se elimina el problema, y El Mundo, junto con la mayor parte de los medios de comunicación, parecen apuntarse a esta tesis. Para Chesterton, un síntoma de la locura de nuestra época es la pasión por adaptar las cabezas a los sombreros y no al revés, y a pesar del retorcimiento del lenguaje a que nos ha acostumbrado, pretender que la pobreza de África son los africanos es lo mismo.

miércoles, octubre 19, 2005

El enemigo de mi enemigo

Lo tengo dicho: aquí no hay ideologías, hay tribus. Están los Nuestros y los Otros. Y el enemigo de mi enemigo es mi amigo, así sea el estrangulador de Boston.

Digo esto porque todavía no me entra en la cabeza que los liberales enemigos del estatalismo le den un pase a Bush, cuando no las dos orejas y el rabo. Un lustro después de iniciado su ‘conservadurismo compasivo’, Bush ha ido destruyendo uno a uno los principios del pensamiento liberal clásico: además de librar una guerra ruinosa y ‘vietnamesca’ sin relación alguna con la defensa nacional, gasta como un marinero borracho -ha batido todos los récords de gasto público y de reparto de prestaciones discriminatorias y subvenciones a diestro y siniestro-, y ha creado una nueva maraña burocrática, el elefantiásico Departamento de Seguridad Nacional. No hay iniciativa de gasto que no le guste y apruebe.

No, ya pueden hacer cola todo los Bardem para manifestarse contra Bush, que no por eso lo consideraré de los míos.

martes, octubre 11, 2005

Homofobofobia

Ya estaban tardando. Con la regularidad que permiten deducir de su monotonía intelectual, los zerolistas han acabado empleando en el blog de ALBA el procedimiento estándar y han cuestionado, de modo poco sutil, mi orientación sexual.

El ingenioso truco se llama ‘homofobia’ y, aunque parezca mentira, la Asociación Psiquiátrica Americana, la misma que hasta los años setenta incluía la homosexualidad en su catálogo de trastornos mentales, define ahora la homofobia como un odio y miedo obsesivos e irracionales a la homosexualidad derivado del temor del sujeto a reconocer su propia homosexualidad.

No puede caber duda de que el tratamiento que da ALBA a la cuestión de los ‘matrimonios’ gays es ‘obsesivo e irracional’, porque, ¿qué pito toca un periódico informando con tanta insistencia de una insignificante reforma que de un plumazo introduce el mayor cambio legislativo sobre la familia -una oscura institución sin importancia- de los últimos diez mil años? Y en cuanto a denunciarla, ¿cuándo nos vamos a enterar en ALBA que las élites han decidido que no hay nada más sano, bello y glorioso que la homosexualidad?

Hay que admitir que es una solución brillante. Lo que no entiendo es por qué no se aplica tan ingenioso mecanismo diagnóstico a otras obsesiones. Pienso, así de pronto, en esos personajes que usan el término fascista o su versión más popular, facha, para denigrar a todas las personas que les contradicen y a todas las instituciones o propuestas que les desagradan. De que es obsesivo no se puede dudar, y de que es irracional, tampoco, dado que el fascismo era la adoración del Estado omnímodo y estas personas descalifican como ‘fachas’ a furiosos liberales que querrían dejar el Estado en los huesos. ¿No estaremos ante casos obvios de fachofobia, y deberemos concluir que en el fondo de su corazón anhelan la vuelta del Duce y se esconden en el cuarto de baño a tararear Montañas nevadas?

Y, cerrando el círculo, ¿por qué no aplicar el método a quienes reparten diagnósticos de homofobia a diestro y siniestro? ¿No serán homofóbofobos, soñando en secreto con llevar a la hoguera a los homosexuales?

miércoles, octubre 05, 2005

Dios y Patria, la extraña pareja

¿Imaginan lo que pasaría si en Madrid tratara de fundarse un Partido Nacionalista Español? Las acusaciones de fascismo iba a surgir, probablemente con razón, hasta de las piedras. Pero si lo hacen los territorios autonómicos, queda hasta progresista. En el fascismo, se ve, el tamaño importa.

El patriotismo es un sentimiento tan saludable, humano y respetable como el amor a la propia familia; de hecho, es el amor a la propia familia, a la familia grande e intrincada, extendida en el tiempo, que compone una nación. Pero debo reconocer que los patriotas de carné me ponen nervioso, y no sólo porque, en palabras del Samuel Johnson, el patriotismo es con frecuencia el último refugio de un canalla. En España, Dios y Patria han constituido para muchos un inquietante contubernio del que no se sabía bien cuál era más importante ni hasta qué punto ese ‘dios’ era bueno porque prestaba grandes servicios a la patria.

Debe haber pocos refranes tan estúpidos como aquel de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. No; con frecuencia es otro enemigo, quizá más peligroso. Los norteamericanos probaron en carne propia esta verdad cuando, tras haber apoyado a los islamistas en Afganistán contra los soviéticos, se encontraron alimentando a la bestia que ahora les tiene en jaque.

Esto es aún peor cuando se traslada al terreno ideológico, sobre todo porque los bandos que se presentan como enemigos irreconciliables son a menudo primos hermanos. Así, hace algo más de medio siglo parecía necesario elegir entre el comunismo y los fascismos, cuando en realidad partían de una misma concepción del Estado omnímodo ante el cual el individuo era un cero a la izquierda.

Esta es la falsa dialéctica que plantean los nacionalistas periféricos en sus reivindicaciones, pretendiendo que quien se les opone es un ‘españolista’ nostálgico del Franquismo, un patriotero de los de águila de San Juan y por el imperio hacia Dios. Nada más lejos. Quienes hacen hoy de su ‘patria’ un dios celoso y absorbente, quienes se escudan tras los colores ‘nacionales’ para trepar y hacerse un hueco de poder, quienes sacuden el monigote del ‘estado extranjero y opresor’ para recortar libertades y ocultar corruptelas son los partidos nacionalistas.

lunes, octubre 03, 2005

La Eucaristía como excusa para hacer política

Si dos personas intentan discutir el paisaje que tienen delante y uno ve una selva y otro un desierto, no es probable que salga mucha luz de esa discusión.

Al final, casi todos nuestros debates medianamente interesantes comprometen nuestra visión del mundo y están condicionados por ella. En el caso que del Papa, creer o no que este 'anciano' (Borrell dixit) es el vicario de Cristo en la tierra es absolutamente determinante. En un caso se verá en sus palabras una guía; en el otro, sólo estrategias de poder.

Un ejemplo. El País dedica hoy una página al Sínodo de los Obispos inaugurado por el Papa. Pues bien, en su penúltimo párrafo dice: "... pese a que el mini concilio vaya a tratar, de oficio, sobre una cuestión tan abstracta como la eucaristía".

Ahora, para un creyente, para quien piense que lo que dice la Iglesia es verdad, esto suena como si alguien dijese: "Se teme que el paso del Huracán Katrina afecte las poblaciones del aligustre verde, aunque algunos observadores han señalado que también podría causar algún prejuicio a los habitantes de Nueva Orleans". Y me quedo muy, muy lejos.

Para un católico, la eucaristía es cualquier cosa menos abstracta ('milagrosa' sí, pero el milagro siempre es cegadoramente concreto), cualquier cosa menos periférico o 'de relleno'. No es meramente central; es el Centro.

Pero, claro, para quien no cree, comprensiblemente, lo único importante es la vertiente política de las palabras de Benedicto. Aunque cuando El País sea un vago recuerdo y las naciones, los estatutos, las causas urgentes, las ideologías imprescindibles y las noticias sensacionales hayan pasado, se seguirá adorando al Santísimo Sacramento...