martes, marzo 29, 2005

A la vuelta de la esquina

Los dioses ciegan a quienes quieren perder, decían los griegos, y los 'baby-boomers' -la generación de posguerra que ahora frisa la cincuentena- se están preparando un futuro, digamos, interesante. Sembraron vientos y cosecharán las consabidas tempestades. No han tenido apenas hijos, han predicado el hedonismo laicista y se dan prisa por eliminar los últimos reparos morales a la eutanasia. ¿Qué pasará cuando los exiguos contribuyentes de mañana, muchos nacidos en otras tierras, educados en la permisividad y el narcisismo, tengan que elegir entre pagar unos impuestos prohibitivos o deshacerse de tanto viejo improductivo con vocación de inmortalidad?

Terri debe morir

Cuando uno ha terminado de escuchar los argumentos de los partidarios de la eutanasia, los ha comprendido y asimilado y se dispone a responderlos, surge algo que desbarata todo el armazón lógico y deja al descubierto la verdadera cara de la Cultura de la Muerte.

Que los grupos provida y los católicos se opongan a la decisión del juez Greer de retirarle el tubo de alimentación a Terri Schiavo no es ninguna sorpresa. Lo verdaderamente sorprendente es –o debería ser- que los partidarios de la eutanasia no hayan puesto igualmente el grito en el cielo y que, muy al contrario, se hayan sumado con saña homicida al bando de Michael Schiavo. Porque el caso Schiavo incumple minuciosamente todos los criterios que el grueso de los partidarios de la eutanasia dicen exigir para que sea legítimo aplicarla.

Terri no tiene una enfermedad terminal cuyo fin podría acelerarse ‘por compasión’: lleva quince años en el estado actual y podría vivir otros veinte o treinta; no hay testamento vital alguno, sólo un presunto comentario que su marido ha ‘recordado’ milagrosamente ocho años después del accidente; se deja la decisión de su muerte en manos de un marido que sólo lo es de nombre, del que se sospecha, no sin fundamente, que maltrataba a la enferma y que lleva casi una década llevando vida marital con otra mujer, con la que tiene dos hijos; el estado real de Terri es discutible, pero no podrá determinarse su grado de conciencia y su capacidad para experimentar sensaciones porque el juez Greer ha prohibido taxativamente que se lleven a cabo las pruebas necesarias; por último, llamar ‘muerte con dignidad’ a la prolongada y torturante inanición es una burla macabra; nos escandalizaríamos si el juez ordenase que le pegaran un tiro, pero sería mil veces más piadoso. ¿Dónde están las feministas para protestar contra el abusivo poder de un marido infiel y probable maltratador? ¿Dónde la indignación de quienes denuncian el hambre en el mundo, para decirnos ahora que ésa es una muerte “dulce y digna”?

Otra vez las palabras (Carta del diablo)

Estimado Isacarón:

Si no te lo he dicho mil veces, no te lo he dicho ninguna: las palabras. Domina las palabras y habrás dominado los conceptos; determina los conceptos y les tendrás bailando alegremente a nuestro son.

Mira el caso de Terri Schiavo. Todo lo que tienen nuestros aliados son utilísimas palabras. Sin ellas, estaríamos ante el caso de un marido que quiere deshacerse de su esposa para casarse con su amante, con la que tiene dos hijos. Pero sólo DOS palabras nos sirven para dar la vuelta a la situación. Una es "(estado) VEGETATIVO". Es un nombre, absolutamente arbitrario; podían llamarlo lesión cerebral irreversible, parálisis neurológica; yo qué sé. Pero meter de tacón la palabra "vegetativo" nos ayuda a deshumanizar todo el asunto; evoca en los lectores/oyentes la imagen de una alcachofa. Y a nadie ha inspirado nunca sentimientos humanitarios una alcachofa, ¿verdad?

La otra palabra es "desconectar". Es fantástica. Si con la anterior Terri se asimilaba a una alcachofa, con ésta se identifica con una lavadora o un fregaplatos: una máquina. Por supuesto, tú y yo sabemos que un tubo de alimentación no es exactamente una ‘conexión’ eléctrica, que se parece más a una mano que alimenta que a un enchufe. Pero, ¿quién se lo va a decir? Nosotros, desde luego, no.

Nuestro dominio sobre la opinión pública va camino de ser total, y no tendría más que motivos para la satisfacción si no fuera por las horribles pesadillas que siempre me asaltan en estas fatídicas fechas. También entonces creímos tenerlo todo "atado y bien atado"; también entonces nuestra victoria fue total, todos de nuestro lado, Él despreciado, abandonado, odiado y ejecutado en la muerte de un esclavo, de un maldito... Y tres días después toda nuestra victoria quedó en una amarga burla. ¿Para eso nos esforzamos tanto, para eso luchamos en medio de tanta angustia y construimos planes cuidadísimos, para escuchar el insidioso grito: "Yo he vencido al mundo"?

lunes, marzo 21, 2005

Una encuesta manipulada

¿Se opondría al matrimonio de dos personas que se quieren? ¿Estaría dispuesto a destrozar el futuro de una pobre mujer embarazada? Si alguien se atreviese a realizar sendas encuestas sobre el matrimonio de homosexuales y el aborto con estas preguntas, todo el mundo, creo, sería capaz de localizar la manipulación. Sin embargo estos ejemplos no son muy distintos de una reciente encuesta aparecida en la página web del diario El Mundo sobre la conveniencia o no de retirar el tubo de alimentación de la norteamericana Terri Schiavo. El planteamiento de la encuesta dice así: . Los padres de esta mujer se niegan a que se le retire el tubo que la alimenta mientras su marido pide su desconexión tras 15 años en estado vegetativo ¿Qué haría usted si se encontrara en un caso similar al de la familia de Terri Schiavo?

Déjenme explicarles los diversos niveles de manipulación contenidos en tan pocas líneas. En primer lugar, la palabra “desconexión”, que sugiere una existencia mecánica e infrahumana, una suerte de electrónico ensañamiento terapéutico. Pero Terri no está “enchufada”. La alimentan por un tubo, ni siquiera con suero por vía intravenosa. Terri come y digiere, de forma semejante a muchos enfermos y no pocos tetrapléjicos.

Segunda falsedad manifiesta: “estado vegetativo”. Terri no es un geranio: intenta hablar, se agita y ríe cuando van a verla sus familiares, sonríe a los visitantes y lloró cuando le comunicaron la próxima retirada de la alimentación.

Luego, las omisiones, que este caso son tan graves como las falsedades. Una vez más, ‘desconectar’ suena a apagar una máquina, como si se diera al off y Terri abandonara este mundo. No es así. La retirada del tubo la condena a una prolongada e indescriptible tortura antes de la muerte, a morir de sed. Eso es lo que votan los que votan “sí”.

Además, quien solicita su muerte por un procedimiento tan macabro es su marido, Michael Schiavo, un hombre que lleva años viviendo con otra mujer con la que espera casarse y que le ha dado dos hijos, sin contar con el pequeño detalle de que cobrará automáticamente con la muerte de su mujer una fortuna procedente del seguro de vida de su cónyuge. Si alguien le pega un tiro a su mujer para quedarse con el dinero del seguro y casarse con su amante, todo el mundo entendería dónde está el mal; si la condena a morir de hambre, en cambio, al 83% de los consultados por El Mundo les parece muy bien.

Confesión (Carta del diablo)

Apreciado Isacarón: ¿Qué te ha pasado esta semana, en qué estabas pensando? Después de tantos meses de tranquilidad de conciencia, tu ‘pupilo’ ha sentido la tentación de confesarse; le he visto pateándose media ciudad, entrando en iglesias y hurgando en confesionarios. ¿Aún no le has enseñado que la culpa no existe?

Pero tus mayores ya estábamos al quite y han puesto las condiciones para que la cosa no pase a mayores. Es decir, hemos arreglado las cosas y, al final, tu chico sólo ha encontrado confesionarios vacíos. Hemos actuado en ‘el lado de la oferta’, de modo que si todavía hay quien sufra accesos de culpabilidad, desespere de encontrar un sacerdote y acabe, como mucho, en manos del psicoanalista.

No sabes cómo se alivian mis penas cuando contemplo el magnífico espectáculo de tantos confesionarios vacíos. ¡Es tan terrible lo que allí sucede, tal trastocamiento de la lógica de las cosas por el que esas miserables criaturas quedan libres de todo lo que, pacientemente, hemos logrado sembrar en su alma para separarlos del Enemigo! Y allí, en esa misteriosa oscuridad, unas palabras, un gesto y es como si volvieran a nacer. Ante semejante amenaza, abajo inventamos el Activismo. El clero disminuye, pero aún serían bastantes para hacernos la vida imposible con esta aborrecible máquina de perdonar si no hubiéramos convencido a muchos de ellos de que su verdadero papel es el de activistas, un trasunto clerical del voluntario de ONG.

Asmodeo

A moro muerto...

Les ha costado 69 años, pero al final lo han conseguido estos héroes: han descabalgado al Dictador. Que el defenestrado sea, en realidad, de bronce y que el 'original' muriese en el poder, de viejo y en la cama, hace la friolera de treinta años es un detalle sin importancia. Lo importante es el gesto. Lo importante es matar al muerto y ganar una guerra del siglo pasado que casi todos los españoles prefieren olvidar. Estos gobernantes se han instalado en el País de Nunca Jamás, llamando matrimonio a lo que no lo es, proclamando alianzas 'civilizatorias' que nadie ha recogido, anunciando reducciones de IVA que no controlan y presumiendo de un talante del que carecen. Y, ahora, descabalgando cadáveres.

Luis Eduardo Fraude (Firma invitada)

El Proceso de Burgos fue el consejo de guerra que en los setenta juzgó a unos etarras acusados de matar cobardemente a tres hombres. Curiosamente, uno de los letrados defensores fue el que hoy es Alto Comisionado para las Víctimas, Gregorio Peces-Barba, quien hace poco acudió al homenaje brindado a un nonagenario criminal de guerra. ¿Basta la asistencia de Peces a la cena para dudar de su idoneidad para el cargo? Porque si lo de Paracuellos no fue terrorismo a granel, entonces, ¿qué fue?

Pero volvamos al Proceso de Burgos. Los fusilamientos -de todo punto condenables- que siguieron al mismo inspiraron al cantautor Aute una canción, Al alba, que no es de mis favoritas. Y no lo es, sencillamente, porque de Aute me gustan otras. O me gustaban, pues ahora descubro que son mentira, después de leer con pasmo en la prensa que Aute ha perpetrado en El País, el Boletín Oficial de Polanco, una declaración de apoyo a la dictadura de Castro, el tiranosaurio del Caribe. Al cantautor, los crímenes de Fidel no le inspiran baladas, sino manifiestos, y no precisamente de condena.

Por eso ya no me creo sus letras, porque sólo son lamentos cursis de señorito ‘progre’ que no ha sudado nunca una camisa, ni siquiera durante un concierto. Jugar a comunista en La Habana cuando se tiene un billete de vuelta en el bolsillo lo hacen hasta los tontos. O, precisamente, los tontos. Por eso, tus canciones son un fraude, Aute.

Gonzalo Altozano

Mis problemas con la ley

Al hacer balance del primer año de gobierno de Rodríguez Zapatero, la prensa se ha despachado a gusto, en un sentido y en otro. Hay, sin embargo, una crítica de la querría defenderle.

Se acusa al Gobierno Zapatero de inacción, de presentar y proponer al Parlamento pocas iniciativas legislativas. Pero para quien crea -y yo lo creo- que éste es un gobierno nefasto, la pereza no sólo no es un defecto, sino una virtud que casi lo redime. En cualquier caso, esta costumbre de evaluar a los gobernantes por la cantidad de leyes que aprueban o proponen, esta 'valoración al peso', me parece alarmante. Dudo, por poner un ejemplo extremo, que los judíos reprocharan a un hipotético Hitler perezoso su negligencia en la elaboración y aprobación de las Leyes de Nürenberg.

Tengo para mí que esta sobrevaloración de la ley como solución de todos los problemas tiene mucho que ver con la capacidad de atención cada vez más reducida de la gente. Me explico. En un mundo complejo, no se puede exponer debidamente una realidad social en unos pocos minutos, y mucho menos argumentar soluciones útiles en ese tiempo. Sin embargo, nuestra sociedad mediática exige defender las medidas políticas en espacios de tiempo da vez más cortos, hasta llegar a los célebres 59 segundos que dan nombre a un pograma telvisivo de debate.
La alternativa es el eslogan llamtivo y manipulador en sustitución de un argumento razonado. Sólo queda el nombre de la cosa; si la gente está de acuerdo en que algo es malo -digamos, la violencia doméstica-, basta que el gobierno apruebe una ley para combatirlo para que el pueblo la juzgue buena, con independencia de su eficacia, su alcance, su coste o sus efectos secundarios nocivos. Pero los problemas no desaparecen porque una ley lo diga, igual que los españoles de 1812 no se convirtieron en "justos y benéficos" porque así lo decretase el primer artículo de La Pepa.

Desgraciadamente, como he dicho, 59 segundos no dan para argumentar, y tampoco 45 líneas.

lunes, marzo 14, 2005

Quiérete mucho (carta del diablo)

Apreciado Isacarón: Obligados a usar aquí el lenguaje humano, estoy por decir que los pedagogos, siguiendo la magnífica labor de los psiquiatras, están a punto de dejarnos en paro a los tentadores. La psiquiatría enseñó a los padres que todo sentimiento de culpa era complejo de culpa, y ahora la pedagogía enseña a los hijos el obvio disparate de que son todos "número uno", que el mundo les debe una estima automática sin que ellos tengan que mover un dedo para ganarla.

La humanidad, ya lo hemos hablado antes en estas cartas, se mueve a bandazos, evitando afortunadamente ese punto medio que anunciaría nuestra ruina. Como en algunos existe un sentimiento de culpa que no guarda una relación proporcionada con la responsabilidad real, de ahí deduce la psicología popular que nadie es culpable de nada. De igual forma, la moderna obsesión por la autoestima en pedagogía está creando una generación de narcisistas convencidos de merecer todo lo bueno sin el menor esfuerzo y de ser incapaces de todo mal. La realidad completa la obra: cuando salen al mundo resulta, naturalmente, que no todos pueden ser número uno; que muchos, de hecho, adiestrados para despreciar todo lo que no surge de su magnífico ego, han perdido oportunidades de perfeccionamiento y la sociedad -el mercado- les pone en su sitio. El resultado es, naturalmente, rencor y sentido de injusticia adolescente.

“Doctor, mi problema es que no me quiero lo suficiente”, oí decir hace poco a un miserable. “Ya somos dos”, vi que pensaba el doctor.

miércoles, marzo 09, 2005

Mercedes

Se llama Mercedes y es una verdadera máquina. Es pedagoga y educadora, pero de una manera muy especial, porque está ahí, enseñando y soportando a sus alumnos desde el mismo momento en que nacen hasta lo que se tercie, en un servicio 7-eleven: 24 horas al día, siete días a la semana.

Es financiera. Es verdad que maneja fondos bastante exiguos, pero los hace rendir de tal manera que parece cosa de magia, con un control de costes que para sí quisiera cualquier empresa del Ibex.

Es administradora, máxima responsable y organizadora de una unidad caótica e ingobernable que sólo gracias a su dedicación funciona como un reloj.

Se responsabiliza de lo grande y de lo pequeño, siempre con la cabeza en varias partes y las manos ocupadas, pero tiene tiempo para cualquiera que la necesite.

Todo lo anterior, con ser importante y agotador, no alcanza a resumir sus contribuciones más importantes, porque no se limita a trabajar en esta 'empresa' de seis miembros, no sólo la sostiene y le da vida, sino que ella misma la ha creado. Últimamente, con los cuatro niños ya en el colegio, se ha concedido un merecido descanso: ha empezado a trabajar fuera de casa.

Que me perdonen todos los y las profesionales: ninguno de nosotros puede, ni por el forro, contribuir a la sociedad con algo más grande e importante que un ser humano. Si al gozoso sacrificio de tener un hijo sumamos el esfuerzo diario de darles cariño, compañía, apoyo y toda una visión del mundo y de los hombres y las mujeres, hay que concluir que en esta semana, con el Día de la Mujer Trabajadora por medio, Mercedes -y con ella, todas las 'Mercedes' del mundo- se merece un homenaje.

Y lo merece, además, porque está sola en esto, porque forma parte de una minoría esencial, pero discriminada, ninguneada y despreciada por la cultura dominante. El Poder la llama parada y aprueba medidas para echarle de casa a cualquier precio. No entienden que ella sostiene la civilización.

Oh capitán, mi capitán (firma invitada)

No tengo previsto irme antes de los 90. Que conste. Me aterran los quirófanos y botellitas de suero perladas de vaho de la Seguridad Social; me fatigan las mesillas metálicas de la cabecera, con cajitas de kleenex y una mandarina envuelta en papel albal del acompañante de turno; me da grima el cruel contraste que ofrecen los enfermos, enflaquecidos, despeinados, tirados en la penumbra frente a la tele de la habitación donde una nenas de interminables y bronceadas piernas, no paran de reir y se divierten mucho con unos concursantes y una piscina y unos regalos y unos besos.

Pero lo que más pereza me da, una pereza cósmica, es irme. Partir, saltar sin paracaídas, lanzarme al vacío. Negro. ¿Negro?

O me daba. Porque desde hace un mes, lo veo de otra forma. Me ha ayudado alguien que, probablemente, tenía las mismas perezas que yo; alguien parecido a mí -hasta en lo físico-; con gustos y hasta tics próximos a los míos. Era la persona indicada para enseñarme a saltar sin paracaídas. En eso, como en todo, ha ido por delante, igual que un capitán al frente de sus hombres.

La misma persona que me enseñó a atarme los cordones, la tabla del dos, el padrenuestro, qué es un vector (3º de Bachiller, verano), y que se puede seguir enamorado de la esposa, como un novio, a los 77 años.

Lo ví morir, hace apenas un mes, rodeado de frutos -su mujer, sus hijos, es decir, mi madre y mis hermanos-. Nos miró a todos, besó a su mujer, besó el crucifijo y entró en agonía. Con una paz contagiosa que nos transmitió a los hijos, una paz que hasta escandaliza un poco a los que no están en el ajo.

Mi padre no era un superhombre. Lo conocí en zapatillas: era alguien muy normal, muy como todos, como usted y como yo. Con temores, con dudas, con desconciertos… ¿entonces? Tenía un secreto. Siendo recién nacido le hicieron un regalo (la fe) y él nunca se desprendió de él. Sin gafas no veía, pero con la fe sabía que la muerte no es el final. Por eso, la suya fue la partida de un cristiano, con una serenidad impresionante.

Le preguntamos dos cosas. Sus respuestas le retratan. Una, que si quería ir al Cielo. Sí - dijo. Dos, qué es lo que más le apetecía. - Cerveza. Probablemente ambas eran la misma cosa.

Alfonso Basallo

miércoles, marzo 02, 2005

Jimmy Zapatero (firma invitada)

Cuando ZP ganó las elecciones, hubo quien lo comparó con Kennedy. Porque medir a los presidentes españoles con los americanos es la forma que tienen algunos de justificar una beca de verano en Berkeley. Pero la comparación resultó no sólo odiosa (para los Kennedy), sino falsa. Así me lo hizo ver el hispanista norteamericano Stanley G. Payne, una mañana de otoño en el bar del Hotel Suecia de Madrid, adonde acudí para hacerle una entrevista. Pretendía sorprender a Payne con el tópico recién aprendido y sólo conseguí que soltara una carcajada: "¿Zapatero, como Kennedy? ¡Será como Jimmy Carter!".

Carter, el presidente más pusilánime de Estados Unidos, que llegó a la Casa Blanca de carambola y sólo permaneció allí una legislatura. Aquella mañana en el Suecia, Payne auguró para ZP el mismo tiempo en el Gobierno que Carter. Han pasado los meses, y me atrevo a ponerlo en duda. En este tiempo, Zapatero ha cedido al chantaje del comando Lavapiés, ordenando a nuestras tropas en Irak dar media vuelta y seguir avanzando; ha recibido en el Congreso, con honores de jefe de Estado, a un caudillito autonómico que traía en la cartera un plan para trocear España y mantiene pactos de gobierno con otro que viajó a Perpiñán para pedirle a ETA que antes de matar se situara en el mapa.

En un país serio, estos tres botones le hubieran valido al presidente un abucheo, como poco. Aquí, en cambio, va al Carmel y le aplauden. España sin pulso. Ya lo decíamos Francisco Silvela y yo.

Gonzalo Altozano

Seeeeñoooooorr

Cuando, en el siglo IX, San Bonifacio, obispo, se presentó ante los sajones paganos vestido con su humilde hábito de monje, los cabecillas germanos se negaron a escucharle, le despreciaron y apenas pudo salir con vida. Al día siguiente volvió a presentarse ante ellos, pero esta vez revestido con todo el esplendor de sus vestiduras episcopales y acompañado de un elaborado ritual. Los jefes sajones, impresionados, le recibieron y escucharon con respeto.

De los aspectos del Ser, eso que los filósofos medievales llamaban transcendentales, el Bien y la Verdad gozan de buena salud en nuestra Iglesia, pero el tercero, la Belleza, lleva ya décadas de capa caída.

Los católicos, que hemos dado al mundo todo un universo estético insuperable, que hemos inspirado y financiado a Mozart, a Miguel Angel, a Bruneleschi, a Velásquez, vivimos desde hace siglos una decadencia artística que, desde los sesenta, se ha convertido en algunos sectores en verdadera pasión por lo feo, como si la fealdad fuera la perfecta hija de la pobreza evangélica. Alguien debería explicar que “pobre” y “cutre” no son términos sinónimos.

Da pena entrar en muchas iglesias construidas con la estética de un garaje, adornadas siguiendo una minuciosa búsqueda de lo más horroroso, escuchar canciocillas cuya letra y música parecen diseñadas como un atentado a la devoción. Para mayor vergüenza de la fe que ha inspirado las sinfonías más prodigiosas de la historia, muchas de estas canciones son meras versiones de melodías de música pop cuyo sentido original casa con las nuevas letras pías como unas pistolas en un Cristo. De la abundancia del corazón habla la boca, y querer rebajar la Iglesia a la categoría de ONG, ajena a todo sentido de misterio y a toda visión sobrenatural, sólo conseguirá crear comunidades cutres que repelerán a las personas sensibles por su estética feísta y conscientemente vulgar y a los inteligentes por sus sermoncillos buenistas, llenos de vaguedades y vacíos de Dios.

Eficacia (Cartas del diablo)

Apreciado Isacarón:

Te alarmas en tu última carta de lo diligente y eficaz que es tu ‘pupilo’ en su trabajo. Idiota. No ves más que amenazas en lo que en realidad son magníficas oportunidades.

El otro día estuve escuchando una conversación en la que, para mi desdicha, dos amigos estaban poniendo por las nubes a un tercero. Pero me animé un poco cuando, al final, ambos concluyeron que lo mejor del sujeto en cuestión es que era "un gran profesional". Si lo mejor que se puede decir de un hombre es que resulta "eficaz", entonces no se le da más valor que a una buena máquina.

Por supuesto, si alguien se dedica a hacer el bien, preferimos que sea ineficaz -aunque tú y yo sabemos que no hay modo de ser ineficaz cuando de verdad se intenta hacer el bien-; pero, puestos a hacer nuestro trabajo, ¡por favor, que sea MUY eficaz!

¿No se dan cuentan de que Hitler era tan eficaz exterminando judíos como Francisco de Asís convirtiendo pecadores; que si un médico puede ser buen profesional curando gente, un asesino a sueldo puede serlo igualmente matando gente?

No intentes convertirlo en un perezoso; no luches nunca contra corriente, apreciado sobrino: hazlo soberbio, y que confunda su soberbia con la ambición profesional; hazlo envidioso, y que se considere competitivo. Haz, sobre todo, que valore su labor y su trabajo hasta tal punto que olvide que es sólo un medio y lo convierta en fin.

Asmodeo